La verdad es que lo tenía todo, es cierto vieja cuando dices que me quejaba de lleno, de cómodo porque tenía mi tele de plasma y mi cama de dos plazas y media. También es cierto lo que decía el viejo, nunca aspire a nada ni tenía sueños como los otros jóvenes, como mis primos e incluso alguno de mis amigos de apellidos anglosajón, no quería ser un gran arquitecto o tener un automóvil deportivo, no quería ser uno más de tantos y simplemente eso ustedes no podían soportarlo.
Pero la verdad, como lo veo yo, es que nunca tuve un abrazo cariñoso que no fuera de mi nana María que tanto me regaloneaba cuando, tú mamá andabas de compras después del trabajo y ¿sabes? Yo deseaba el abrazo cálido de tus brazos, esos que raras veces sentía sobre mi cama cuando dormía y me encontraba enfermo y fingía que dormía para sentirte cerca, no podría tampoco olvidar mi grito desesperado por atención todas aquellas veces que tuve problemas con el auto o en peleas cuando salía a algún bar, tantas complicaciones que el viejo siempre soluciono sentado cómodamente desde su escritorio, tan solo con una llamada.Nunca me regaño, nunca me dijo nada, ni cuando encontraron la hierba en mi velador ni la pistola debajo de la cama.
No encontré en ustedes lo que esperaba, lamentablemente uno no elije a la familia pero si a los amigos, por eso me juntaba con esos “pungas” (maleantes) como ustedes decían molestos por los amigos que me hacían compañía, chicos de la calle, muchos de ellos sin familia sin hogares donde pasar siquiera la noche si llovía, todos adictos a las drogas o el alcohol, todos ellos dispuestos a conversar conmigo, a llorar conmigo, a volar conmigo, a cambio de unos gramos o líneas que gracias a tu gentil auspicio, mi viejo empresario, pude costear por el tiempo necesario como para sentirme cerca de ellos, siendo parte de algo, para no estar más solo, para tener algo “mío”, ser querido aunque fuera por lo que podía darles, ese fue el único momento de mi vida que me sentí necesitado y esperado por alguien, mientras que en casa recibía el frio recibimiento del perro que mordía mi zapato y el eco incesante de mi voz que rebotaba en las paredes de mármol del vestíbulo.
No los culpo por lo que sucedió, fui yo quien decidió que su indiferencia hacia mi existencia desde que nací aquel día en donde nadie me esperaba fuere determinante para decidir si seguir o no con mi vida, pienso que pude haberme ido lejos a cualquier lado, pero hay veces que un corazón cansado como el mío, poco valorado y siempre despreciado simplemente necesita descansar e irse lejos, de verdad lejos, donde nadie lo pueda nunca alcanzar.
Tenía sueños, es cierto, pero nunca nadie creyó en ellos, tenía ganas pero ¿solo? No quise construir camino sin nadie a mi lado, tenía vida pero hoy de eso no hay más que un recuerdo si es que en su mente queda un lugar para este estorbo llamado hijo que vino a ocupar tiempo y dinero de sus tan complejas y completas vidas.
Pero la verdad, como lo veo yo, es que nunca tuve un abrazo cariñoso que no fuera de mi nana María que tanto me regaloneaba cuando, tú mamá andabas de compras después del trabajo y ¿sabes? Yo deseaba el abrazo cálido de tus brazos, esos que raras veces sentía sobre mi cama cuando dormía y me encontraba enfermo y fingía que dormía para sentirte cerca, no podría tampoco olvidar mi grito desesperado por atención todas aquellas veces que tuve problemas con el auto o en peleas cuando salía a algún bar, tantas complicaciones que el viejo siempre soluciono sentado cómodamente desde su escritorio, tan solo con una llamada.Nunca me regaño, nunca me dijo nada, ni cuando encontraron la hierba en mi velador ni la pistola debajo de la cama.
No encontré en ustedes lo que esperaba, lamentablemente uno no elije a la familia pero si a los amigos, por eso me juntaba con esos “pungas” (maleantes) como ustedes decían molestos por los amigos que me hacían compañía, chicos de la calle, muchos de ellos sin familia sin hogares donde pasar siquiera la noche si llovía, todos adictos a las drogas o el alcohol, todos ellos dispuestos a conversar conmigo, a llorar conmigo, a volar conmigo, a cambio de unos gramos o líneas que gracias a tu gentil auspicio, mi viejo empresario, pude costear por el tiempo necesario como para sentirme cerca de ellos, siendo parte de algo, para no estar más solo, para tener algo “mío”, ser querido aunque fuera por lo que podía darles, ese fue el único momento de mi vida que me sentí necesitado y esperado por alguien, mientras que en casa recibía el frio recibimiento del perro que mordía mi zapato y el eco incesante de mi voz que rebotaba en las paredes de mármol del vestíbulo.
No los culpo por lo que sucedió, fui yo quien decidió que su indiferencia hacia mi existencia desde que nací aquel día en donde nadie me esperaba fuere determinante para decidir si seguir o no con mi vida, pienso que pude haberme ido lejos a cualquier lado, pero hay veces que un corazón cansado como el mío, poco valorado y siempre despreciado simplemente necesita descansar e irse lejos, de verdad lejos, donde nadie lo pueda nunca alcanzar.
Tenía sueños, es cierto, pero nunca nadie creyó en ellos, tenía ganas pero ¿solo? No quise construir camino sin nadie a mi lado, tenía vida pero hoy de eso no hay más que un recuerdo si es que en su mente queda un lugar para este estorbo llamado hijo que vino a ocupar tiempo y dinero de sus tan complejas y completas vidas.